marzo 25, 2012

En Privado

Joaquín López-Dóriga


Cuando compito conmigo mismo, me pierdo. Florestán



Los presidentes: recibiendo al Papa

Roma. El mejor relato de cómo se han modificado las relaciones entre la Iglesia y el Estado mexicano está en las crónicas de las cinco recepciones a Juan Pablo II, de enero de 1979, con José López Portillo, a julio de 2002, con Vicente Fox.

La simple mención de los ex presidentes es una fotografía de lo que fue de un México a otro.

El miércoles 26 de enero de 1979, el Papa fue recibido en el hangar de la entonces secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, con un furtivo López Portillo que le espetó en una bienvenida sin micrófonos: lo dejo con su grey, a la recepción de Estado de Fox besando el anillo del pescador y su esposa Marta rodilla en tierra.

Entre una y otra, se fueron acomodando las relaciones.

En la segunda, en mayo de 1990, Carlos Salinas lo recibió en el hangar presidencial dándole trato, por primera vez, de Santidad.

Entre ésta y su tercera visita, Salinas le cumplió a Juan Pablo II lo que éste le había pedido en el Vaticano, en julio de 1991: reconocimiento y relaciones, lo que anunció el 21 de septiembre de 1992, y permitió que en julio de 1993, por primera vez en la historia de México, un sucesor de Pedro realizara una visita de Estado a nuestro país como jefe del Estado Vaticano y cabeza visible de la Iglesia católica, recepción con toda la pompa en Mérida, en agosto de 1993.

El papa Wojtyla realizaría un cuarto viaje a México, en enero de 1999, a 20 años de distancia del primero, encargándose de la recepción el presidente Ernesto Zedillo. Nunca un gobierno de México había dado un trato a Juan Pablo II como el que le prodigó aquel presidente agnóstico, con recepción formal en Los Pinos y todo.

Con Fox en julio de 2002, fue la quinta y última visita, el adiós a México del Papa que vino del frío para declararse mexicano.

Sólo con ver el protocolo, se aprecia lo que ha sido un cambio de relación y, sobre todo, de trato.

Hoy regresa otro papa, Benedicto XVI, con otro perfil, en otras circunstancias y con otro presidente: Felipe Calderón, un creyente practicante.

RETALES
1. RECEPCIÓN. Estuvieron varios gobernadores en la recepción al papa Benedicto XVI, en el aeropuerto de El Bajío, en Silao;

2. NO VA. Marcelo Ebrard no asistió a la misa al pie del Cerro del Cubilete. Gobernadores como Marco Adame, de Morelos, y Emilio González Márquez, de Jalisco, sí estuvieron y

3. ENCUENTROS. El de mañana será el tercer encuentro del presidente Felipe Calderón con Benedicto XVI. El primero fue en la visita oficial, en junio de 2007, luego en la beatificación de Juan Pablo II, en mayo de 2011, y a partir de hoy será la tercera vez que se encuentren Papa y Presidente.


En política vale lo mismo un cero a
la derecha que un cero a la izquierda.
Florestán



El Papa viene por la libertad religiosa

Roma. El vocero del Papa, Federico Lombardi, es un jesuita italiano, por momentos desaliñado, que contrasta con el estilo cosmopolita de su antecesor, el psiquiatra español Joaquín Navarro Valls, uno de los hombres más influyentes en el papado de Juan Pablo II y numerario del Opus Dei.

Al hablar con Lombardi, confirmé la impresión que tenía a distancia: un hombre estructurado que hace su trabajo sin salirse del renglón, pero pisándolo por momentos. Dominador de los temas, con claridad de agenda y cómo traducirla.

Este piamontés que en agosto cumplirá 70 años, y cuyo nombramiento al frente de la Sala Stampa de la Santa Sede sorprendió a muchos, no duda del objetivo de la visita papal a México: la libertad religiosa, tema que puso su antecesor Juan Pablo II una vez que logró, en 1992, el reconocimiento del Estado Vaticano y de la Iglesia católica.

Lombardi, matemático y teólogo, que tiene como tarea traducir al mundo el mensaje del sucesor de Pedro y lidiar con los periodistas que cubren habitualmente las actividades papales, algunos más papistas que el Papa, vaticanólogos autodidactas, otros, no duda al responder una pregunta sobre la prioridad de la libertad religiosa.

Deja la impresión de que la Santa Sede no tiene problema con la declaración de México como una República laica, y añade:

La Iglesia tiene en cuenta las tradiciones de los diferentes estados, su historia y su libre responsabilidad en su Constitución; la Iglesia sólo pide la posibilidad de cumplir su misión con la libertad que lo hacen otros, sin pedir privilegios particulares, en igualdad de condiciones.

Debo apuntar que la libertad religiosa será la constante en el mensaje papal durante su visita a México, lo que dejará el impulso suficiente a la jerarquía mexicana para seguir con el tema que, por cierto, nunca ha dejado.

RETALES
1. LA MISA. Como le adelanté, confirmaron tres precandidatos para la misa del domingo en Silao: Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Será muy interesante ver cómo los sentará el Episcopado;

2. FALLIDO. Si hay un Estado fallido es el del penal de Apodaca. Lo que ahí sucede y cómo se maneja, no deja duda: las autoridades de Nuevo León necesitaron 27 días para enterarse que eran 37 y no 29 los fugados. Ni cómo recuperarlos, y

3. NATURALEZA. El PRD del DF ya no pudo contener más los intereses y se impidió a golpes el proceso para elegir a sus candidatos a jefes delegacionales. A patadas terminaron con la República Amorosa de la que si no se convencen ellos mismos, ¿cómo van a convencer a sus opositores?



No hace falta criar cuervos para que
te saquen los ojos. Florestán



¿Quién le borró las víctimas al Papa…?

Roma. Uno de los signos del pontificado de Benedicto XVI es la pederastia clerical y sus víctimas, sucia herencia de años de impunidad, de malos curas y de una jerarquía eclesiástica complaciente.

Por siglos, esos abusadores con sotanas se aprovecharon de menores, de seminaristas, cubiertos por el oscuro velo de la impunidad, para vejarlos y marcarlos para siempre.

En el pontificado de Juan Pablo II estalló el escándalo de ese hombre del mal Marcial Maciel, quien al crear la orden religiosa mas grande e influyente de siglo XX, los Legionarios de Cristo, creó una fachada blanqueada con él como eje perverso, capaz de llevar una doble y triple vida.

La peor parte de Maciel, con el abuso de los seminaristas y el silencio como cuarto voto, con el de obediencia, castidad y pobreza, es justamente esa triple vida en la que procreó tres hijos con dos mujeres, formando dos familias a partir del engaño y la mentira, negación del ser sacerdotal y del alo de santidad que lo cubría, dándose el título de nuestro padre con todos menos con los que realmente eran sus hijos.

Si algo pudiera faltarle a esta repugnante historia vendría después: los hijos de Maciel lo denunciaron por abuso sexual: ¡el padre abusando sexualmente de sus hijos!

En la confirmación de la conducta de este engendro y su posterior separación de la Iglesia, fue factor Joseph Ratzinger, primero desde la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Santa Inquisición, quien fue informado y reunió información de la conducta del fundador de la Legión, después, desde la silla de Pedro donde lo exhibió y sancionó, aplicándole una suspensión ad divinis, al menos en cuanto a sus consecuencias, y aceptarlo como uno de los peores males de la Iglesia católica en el siglo XX.

Por todo eso me llama la atención que, en su visita a México, Benedicto XVI no haya hecho un espacio para recibir a esas víctimas, como lo hizo en su visita a Irlanda.

La explicación oficial señala que ese tema no está en la agenda de los obispos mexicanos, pero entendiendo la estructura vertical de la Iglesia, el que no esté en la agenda del Episcopado mexicano no quiere decir que no exista en la de miles de mexicanos, indignados y ofendidos, a los que, al menos en este problema, como en otros muchos, no son representados por sus obispos.

Como si el capítulo de pederastia de Maciel no fuera un caso emblemático que manchó a toda la Iglesia, que aún no se repone, y como si todo no hubiera nacido en un pueblo de Michoacán llamado Cotija.

No sé qué le hubiera quitado a Benedicto XVI unos minutos para oírlos y reconfortarlos, pero sí sé que a él y a las víctimas les hubiera dado mucho.



No encuentro la ruta de escape
para salir del dilema. Florestán



De regreso, tantos años después

El Vaticano. Hoy he vuelto a esta plaza de San Pedro y he recordado ese balcón central por el que vi asomarse a Paulo VI, a Juan Pablo I, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI; la misma plaza en la que atestigüé los funerales del papa Montini, del papa Luciani, del papa Wojtyla; la misma plaza que celebró la elección de Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI que me tocó informar. La misma plaza del atentado contra Juan Pablo II, el 13 de mayo de l981, bala que le pasó tan cerca de la muerte, que lo marcó a él, a su pontificado, a su relación con el mundo y al mundo mismo, la misma plaza que lo beatificaría el 1 de mayo de 2011. La plaza de San Pedro.

Y yo aquí, hoy como entonces, de regreso, si es que alguna vez me he ido…

De aquella primera misión periodística, el 6 de agosto de 1978, a la víspera de este viaje de Benedicto XVI, he visto pasar a cuatro papas y a seis presidentes de México.

Ahora, el sexto viaje de un Papa a México se ve como otro más, cuando hace 35 años, era imposible, correr de esos años en los que las relaciones entre México y el Vaticano dieron un vuelco: del no reconocimiento y la ruptura, a las relaciones y el reencuentro.

De la primera visita de Juan Pablo II, enero de 1979, entre lo oficial y lo privado, distancia y acercamiento, ha pasado toda una era: De aquel seco Lo dejo con su grey, con el que el presidente José López Portillo recibió casi subrepticiamente a Wojtyla, a esta primera de Benedicto XVI, la relación ha dado un vuelco: dejó de ser hipócrita.

Aquí, pues, estoy hoy en esta misma plaza que ha recibido las visitas de los presidentes Salinas, Zedillo, que fue el primero que hizo una de Estado, en febrero de l996, Vicente Fox y el beso de Marta, y dos veces Felipe Calderón: la primera oficial y la segunda a la beatificación de Juan Pablo II, con una misma petición: su viaje a México, y un mismo tema: la violencia en México.

Con Juan Pablo II, la prioridad fue el reestablecimiento de relaciones; cuando lo logró se centró en la democracia y el fin de la iglesia perseguida en México, que siempre relacionó con su iglesia perseguida de Polonia, y la libertad religiosa, tema que en el nuevo siglo llevará a México su sucesor, Benedicto XVI.

Así que hoy, tantos años después, he vuelto a esta plaza de San Pedro, han pasado los papas, han pasado los presidentes de México, han pasado los tiempos, es un nuevo siglo, y la plaza sigue igual, como igual se mantiene la exigente petición de la Iglesia católica: la libertad religiosa que cada quien interpreta como mejor le parece, le conviene o necesita.

Con ese tema llegó a León, Benedicto XVI.

Nos vemos el martes, pero en privado.

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