marzo 17, 2012

La historia en breve

Ciro Gómez Leyva



Peña Nieto sí irá a misa con el Papa en el Cerro del Cubilete

Sí asistiremos, me confirma Enrique Peña Nieto.

—Pero apenas el martes nos dijiste que no irías, Enrique.

—El martes no sabíamos lo que había dicho el Episcopado, de que no habrá reuniones privadas del Papa con los candidatos. Así es que modificamos la decisión y sí vamos a ir.

—¿Seguro?

—Confirmado.

—A ver al lado de quién te sientan.

—Pues eso ya lo sabremos, espero que pronto —expresa el candidato presidencial del PRI.

Parece una corrección lógica. Escuché sus argumentos el martes y me costó comprender los porqués de la ausencia en la misa que Benedicto XVI oficiará al pie del Cerro del Cubilete el domingo 25 de marzo.

Era ilógico que habiendo ido a escuchar una misa papal a Roma, no se desplazara a Guanajuato. Iba a ser complicado, también, explicarle a millones de potenciales votantes católicos el “no gracias” al pontífice Ratzinger. Peña Nieto va a misa, se casó por la iglesia, supongo que se confiesa y comulga, es lo más lejano a un priista jacobino. ¿Le tocaba hacerle el feo al Papa?

Pero lo más significativo era que su ausencia les dejaría la plaza libre a Josefina Vázquez Mota y, tal vez, a Andrés Manuel López Obrador. Era un lujo que no podía darse cinco días antes del arranque oficial de la campaña. Un error táctico, aun para el líder en las encuestas.

—Confirmado, estarás en el Cerro del Cubilete.

—Confirmado —ratifica.

—Territorio azul.

—Nosotros vamos al evento y nos regresamos.

—A ver si no te sientan junto al Peje.

—Veremos.

"El Chapo" se le volvió a escurrir a García Luna

En Los Cabos, El Chapo se le volvió a escurrir a la PF”, cabeceó el martes La Jornada. Que nadie alegue mala leche, porque la noticia, que por supuesto mueve a la burla, salió del gobierno, de la voz de un subprocurador, ni más ni menos que el encargado de la lucha contra la delincuencia organizada, Cuitláhuac Salinas.

Imagino a Ernesto Zedillo diciendo que estuvo a punto de evitar la fuga de capitales en diciembre del 94. O al Estado Mayor Presidencial afirmando que, “por un pelito”, le quita la pistola a Mario Aburto antes de que disparara a la cabeza de Luis Donaldo Colosio.

Desconozco en qué grado de desesperación o descuido se encuentran algunos funcionarios para declararle a una agencia internacional: “Sabemos que estuvo ahí y estuvimos cerca”. Se trata de El Chapo Guzmán, uno de los fugitivos más famosos del mundo, quizá el más. ¿A qué viene jactarse de un acto fallido?

Y digo jactarse, porque ayer Cuitláhuac repitió los dichos en MILENIO Televisión. Y explicó que El Chapo tiene cuerpos de seguridad que trabajan con sentido estratégico y están en constante movimiento, “lo que hace tan complicada su detención”, etcétera.

No se trató, pues, de un lapsus, sino de una acción no completada, fallida. Pensé que a Cuitláhuac se le habían escapado los deseos de su inconsciente. Y seguramente de la PGR y el presidente Calderón. Pero la verdad es que se regodea por el buen esfuerzo que hicieron, junto con la Policía Federal de Genaro García Luna, para atrapar a El Chapo.

Frente a eso, no quedaría más que gritarle: ¡échele ganas, mi subpro! Lástima que nuestra guerra contra el crimen no esté para escribirse en clave de humor.

Los nuevos días felices de Peña Nieto

No había visto a Enrique Peña Nieto desde una comida que tuvimos con él un grupo de periodistas el 18 de octubre. Todo le salía bien entonces. Llegó de buenas, hizo bromas, reclamó serenamente algunas columnas, se tomó un tequila, contestó cada pregunta, soltó carcajadas, fijó posición sobre varios temas, toreó provocaciones, revisó a sus probables adversarios y se marchó en santa paz.

Se repitió la comida. Mediaron cinco meses, la ruina y caída de Humberto Moreira, el papelón en la Feria del Libro de Guadalajara, revelaciones sobre su vida privada y una reducción de la ventaja en las encuestas. Pero él parecía el de octubre.

Sigue sin ofender ni hacer parodia de nadie. Habló de su proyecto de grabar spots en las 32 entidades. Explicó por qué no aceptará la invitación para estar en la misa del Papa en el cerro del Cubilete. Calculó que, aunque el PRD acertó con la candidatura de Miguel Ángel Mancera, la votación en el DF no será ninguna catástrofe para el PRI. Perfiló su estrategia para los debates de candidatos de mayo y junio. Y se sumó a las bromas sobre el teleprompter en su toma de protesta, el lunes en Dolores Hidalgo.

En octubre escribí, hoy lo repito, que es probable que jamás haya profundizado en los principios ontológicos y epistemológicos, pero trae la política en la yema de los dedos. Y la información en la primera sala del cerebro. Y una carta de navegación en la mano.

Faltaban entonces ocho meses y medio para la elección. Ayer restaban poco más de 100 días. Pensé aquella vez, y lo volví a pensar ayer, que parece un hombre que está viviendo gozosamente su momento.

Que parecen los días felices de Peña Nieto.

¿Josefina tuvo un estadio lleno y ya lo vació?

Penoso el control de daños que trataron de hacer los voceros de Josefina Vázquez Mota y el PAN, Roberto Gil y Juan Diego Gutiérrez, tras el ridículo del domingo en el estadio Azul.

Los spin doctors josefinistas recurrieron a clichés autocríticos antes de intentar fijar la idea de que la gente se marchó del estadio luego de la toma de protesta, pero antes de que terminara el discurso de la candidata, bla, bla.

El problema, como sea, no parece estar tanto ahí, sino en la forma en que se ha administrado, o malgastado, el impulso extraordinario que el triunfo en los comicios internos del PAN le dio a Josefina. Tan concentrados estaban candidata y equipo en derrotar a Ernesto Cordero y el aparato blanquiazul, que por lo visto nadie imaginó la vida después del “V Day”.

De las horas posteriores de aquel 5 de febrero a la fecha, pocas cosas memorables hay en el registro de la actividad pública de Josefina. Y según tengo entendido, los encuentros privados tampoco han sido espectaculares.

En este marzo, hace 12 años, Vicente Fox vivía sus días felices y la candidatura tomaba un vuelo deslumbrante. En este marzo, hace seis, Felipe Calderón había rehecho su equipo, cambiado el discurso y pisaba fuerte en la persecución del líder López Obrador.

Josefina, en cambio, luce sin centro de gravedad. Suena vaga. No sorprende. Al menos no como hace unos meses.

En vez de pelearse con las imágenes incontrovertibles del domingo en el estadio, sus estrategas tendrían que evitar que esa desbandada se convierta en la gran metáfora de la candidatura: Josefina tuvo un estadio lleno y lo vació.

Lo veremos en las encuestas.

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