marzo 17, 2012

GALERIA

Un antiguo proverbio dice que: “Alabanza en boca propia es vituperio” y hablar de mi amiga, mi hermana Hermila es como si hablara de mi misma, tan identificada estoy con ella y tan entrañable es mi afecto hacia su persona.

Pero en estricta justicia, sería ingrato de mi parte no destacar, solo porque es parte de mí, su excepcional valía. Quisiera pintar con trazos firmes a este personaje imperecedero por extraordinario, memorable por excepcional.

La memoria salta el abismo de los años como si fuera un puente y registra muchos, muchos ayeres donde Hermila es importante protagonista dentro de una historia provinciana de aquel San Andrés de insólita belleza, tan increíble y tan lejano.

Apenas comienzo a recordar y fluyen desbordados, incontenibles, resucitados por la memoria, personas, sucedidos, figuras paisajes que había matado el olvido y destacándose en este marco, una joven, casi una niña.

Hija de un matrimonio muy conservador, la menor de cuatro hermanas criadas como ella en viejos principios dictados por la tradición y que debían ser ciegamente obedecidos por las mujeres que llevaban una vida tan severa que excluía cualquier desviación en la modalidad que se les inculcó desde que nacieran, pero no libre e innato espíritu la hizo diferenciarse de ellas en su afán de independencia, de su derecho a pensar, a opinar y a decidir sobre su destino. Ella explicaba después que desde que alguien monopolizó la moral, prefería la ética.

Esta actitud valiente y rebelde, si se tiene en cuenta la época en que situamos este relato, la preparó para ser líder de los numerosos grupos en que militó y de las obras de beneficio común, muchas por cierto, en que participó, ya que posee una aguda sensibilidad por los problemas sociales, en particular el de la educación.

Su belleza física estaba en consonancia con ese espíritu libre: siempre había alguien que la soñara, alguien que la pintara, alguien que la amara. Es una ambulante paradoja: a veces desbordada su personalidad, a veces retraída y reservada; sincera y honesta en su vida personal, tenía y tiene una enorme actividad mental, producto de una cultivada, objetiva y perceptiva capacidad para disfrutar todo lo bello, aunada a una envidiable agilidad de ingenio. El tono acariciador de su voz despierta un eco de lejanas remembranzas; despierta esas pequeñas cosas que suceden cuando la gente se quiere y se entiende.

Mujer sensata, practica, realizadora, que siempre ha sacado adelante todo y a cuantos la han rodeado; persona seria y de valer, débil, fuerte, tímida, resuelta, posee un anhelo capaz de mover el ánimo hacía lo bello, lo noble, lo alto y un impulso aventurero para escalar las cimas más difíciles, con esas cualidades que le son características, estaba llamada a ejercer una función vital e importante dentro de nuestra sociedad.

A lo largo de su vida, sufrió penas atroces, su carácter, según confesara ella, se alteró entonces por un tiempo; muchas de sus creencias se empañaron insinuándose la duda, el pesimismo y el decaimiento. Pero ella que siempre usa la razón, utiliza lo bueno que hay en la vida y muestra su entereza en cualquier coyuntura difícil y en coraje para sobrellevar las adversidades con un indomeñable optimismo que ni siquiera el helado viento de la adversidad pudo abatir, porque no ignoraba que la vida es así: intensa, sensual y a veces cruel y doblemente cruel para aquellos que viven intocables para la humanidad en una torre de marfil.

Cuando se le trata íntimamente, se sabe que, a pesar de su cosmopolitismo y su porte aristocrático, es un carácter sencillo, recto y sin complicaciones y que posee esa rara facultad de saber apreciar lo bueno y saber sentir como es debido.

Este es el retrato íntimo, según yo, de Hermila, mi gran amiga, mi hermana….

6 de diciembre de 2003.

Graciela Moreno Suárez de Hess.

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